jueves, 15 de mayo de 2014

Extractos de "Remember the time. Protecting Michael Jackson in his final days"

"Remember the time. Protecting Michael Jackson in his final days" es un libro que ha sido escrito por los ex-guardaespaldas de Michael, Bill Whitfield y Javon Beard. Algunos extractos:

Portada del libro
Todavía adoraba crear, hacer música. Había un tipo llamado Brad Buxer. Era productor e ingeniero. Trabajó en Dangerous y HIStory con el Sr. Jackson. Brad solía venir a la casa, traer algunos instrumentos y ambos se ponían a hacer música juntos. Cuando Brad comenzó a venir comenzó a sonar más música en la casa y el Sr. Jackson pareció rejuvenecer y llenarse de energía. Estuvieron trabajando en canciones que yo no había escuchado antes. Hubo varias reuniones con distintos artistas y productores. Muchas de esas reuniones tuvieron lugar en el Palms.

Siempre hablaba de unir todas aquellas piezas para un gran disco de regreso, pero como tantas otras cosas de su mundo, nunca llegó a materializarse. Durante la mayor parte del tiempo, componía y creaba música sólo por el placer de hacerlo. También le visitaban coreógrafos en casa regularmente. Estaban durante horas con él en el estudio, aunque no hubiera ningún concierto a la vista. Era por placer, por amor al arte.

Michael en el Palms Recording Studio, Las Vegas (febrero de 2008)
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Pusimos una lámpara en una de las ventanas de su dormitorio, y si la luz estaba encendida, significaba que estaba despierto y podría necesitarnos para algo. Cuando se apagaba la luz significaba que todo iba bien y se había acostado. Cuando no podía dormir, le escuchábamos en el estudio. Por la forma en que estaba montado, podíamos ver las ventanas del estudio desde el trailer de seguridad. Podían ser las tres y media de la madrugada, noche cerrada, todo el vecindario en silencio. Se encendía la luz. Durante un momento no es escuchaba nada. Allí tenía una TV, quizá estaba viendo vídeos o algo. Luego, unos quince minutos más tarde, escuchabas una línea de bajo. Le escuchabas ajustando el volumen, el tempo. Escuchabas sus pies moviéndose y luego aquella voz, la voz que había vendido millones de discos. Salía de él como brotando. Precioso. Increíble. Me ponía la piel de gallina. ¿Cómo no iba a ponerte los pelos de punta escuchar así a Michael Jackson? En la tranquilidad de la noche, sentado allí y escuchándolo sólo, sin nadie alrededor. Nunca llegamos a acostumbrarnos. Siempre era increíble, no importa cuántas veces lo escuchásemos.

Nos íbamos dando cuenta de pequeños detalles sobre cómo trabajaba su mente. Llevábamos música en el coche, una sinfonía clásica o algo, y él se quedaba bloqueado en un sonido que escuchaba de fondo, algún instrumento o un tono, y nos pedía que rebobináramos y lo escucháramos de nuevo. Lo volvía a poner, "¿Escucháis eso, chicos?" Lo ponía una y otra vez, "Justo ahí. Ese timbal, justo ahí, ¿lo escucháis?" No escuchábamos nada. Había sonidos en la música que él escuchaba y con los que se obsesionaba, cosas que nosotros ni siquiera podíamos identificar. 

Era como si tuviera una banda sonora en su cabeza funcionando siempre. Íbamos en el coche y comenzaba a tararear una melodía o hacer percusión con la boca. En los días siguientes, le escuchabas trabajar aquello que tenía en la cabeza. Sin palabras, sólo con sonidos. Como si lo hiciera inconscientemente, simplemente ocurría. Nos decía que, a veces, le llegaban a la mente canciones completas, la melodía, la letra, y cada parte instrumental. Entonces no podía sacar ese ritmo de su cabeza hasta que la terminaba. Le absorbía completamente. Entonces era cuando le escuchábamos hasta la madrugada en el estudio. 

Bill: ¿Escucharlo allí? Era algo que querías contarle al mundo, especialmente cuando era música que nadie había escuchado antes. A veces ponía sus viejas canciones y simplemente las bailaba. Otras veces trabajaba en un nuevo tema o una nueva melodía. Te daban ganas de coger el teléfono y llamar a alguien y decir, "Tío, estoy escuchando cantar a Michael Jackson ahora mismo". Pero no podías. 

Javon: Solía subir el volumen. Alto hasta el punto que te preguntabas si no iba a despertar a los niños. Podías asegurar que estaba echando toda su rabia, frustración y energía a través de sus pasos de baile y su música. A veces estaba toda la noche. Yo hacía el último turno hasta la madrugada, y él tenía la luz de su habitación encendida hasta el amanecer. Yo pensaba, "¿Cuándo dormirá?" Yo trabajaba todas esas horas y estaba cansado como un perro, y él estaba totalmente desvelado. 

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